Friday, October 28, 2005

El albañil



Las veo por las calles de esta misteriosa ciudad que me encargan construir, deambulando entre los seres que la habitan, seres ignoran­tes de ellas y de su propia existencia.
Las observo y me observan en las calles donde los árboles se convierten en postes cableados, la hierba es cemento y los arbustos bolsas con basura. Donde las montañas son construidas como la orgullosa Babel y son habitadas hasta el hacinamiento por estos extraños seres que no les importa el castigo de no poder enten­derse.
Yo soy de esa tierra y construyo los edificios donde han de habitar los seres que las llevan en sus espaldas, las veo también caminar junto a ellos haciéndoles sus vidas más miserables, por que ese es su anhelo y sé que trabajan duro para lograrlo.
Son las gunas, así las he bautizado por su acción tentadora, también por que conozco para quien trabajan y que no me atreveré a nombrar. Ellas son espíritus de un helado rencor que están reproduciéndose asombrosamente por estos días.
Agradezco que mis ojos puedan verlas y lo que al principio fuese un castigo ahora es un don. Ellas son mu­chas y están en una metamorfosis continua, usurpan esta ciudad haciendo que los seres que la habitan se encierren en sus habitaciones, busquen el colectivo de ayer y de mañana. Deambulando por calles angostas, sitiadas por un incalculable numero de autos que pasan como si no vieran el vacío de sus miradas. Almas contaminadas se asoman por esos ojos bizcos de tanto mirar la ciudad que fue hecha para eso. Tanta gente en ellas e irónicamente tanta soledad.
El sol se aleja a paso de enfermo y el árbol de mis venas las siente deambular como leprosos locos y rencoro­sos, a veces son sombras, a veces son como nosotros pero sin rostro como si se les hubiese derretido. A veces son pequeños fetos que se arrastran por el piso y a veces son altas como reyes antiguos ¡no hay que confundirlas! Las gunas no son demonios, estos les temen, hasta el mismo diablo les teme, pues las gunas no trabajan para el mal sino para algo más terrible, el olvido y la ilusión.
Me temo lo peor pues cada día son mas, su poder se fue acrecentando hasta lograr que el destino de los hom­bres sea cada vez más idiota. Ensombrecen las almas de los hombres hasta el extremo de que ya no logren verla, pues cuando lo hacen ven solo átomos copulando. Las gunas dominan la ilusión que es la materia, el olvido que es la materia. Todo es perecedero en ellas ya que poseen los mismos atributos que su madre.
El show mas profundo, cajas de palomas, rejas altas, un perro peludo, una mujer y un televisor grande, luego con eso se puede hacer un destino sofisticado pero igual al de los perros y los topos, las gunas diseñan las camas mas confortables, los platos mas sabrosos al cruel paladar, las armas mas contundentes, la lujuria mas ordenada y viciosa. Dormir, comer, defenderse y aparearse es la vida de las bestias.
“¿Qué les están haciendo las gunas a los hombres?” Pregunta la encadenada Andrómeda con las fuerzas del agonizante que pronto será un montón de astros sin vida.
--Los están matando igual que a nosotros --Le responde el príncipe Orión en la misma condición.
Las gunas lo están acabando todo, solo les hace falta controlar el olvido y todo en el hombre se adivinará como el palpitar del corazón o las olas del mar. Solo unos pocos albañiles conocemos este destino que les golpea la puerta a los hombres.
Desde las humildes líneas que siguen en el cemento de esta pared, no intento mas que darles una digna batalla aunque sea solo para resistirlas por unos instantes. Albañiles compañeros míos ya han caído en las garras de las gunas, otros han muerto peleando y los que aun quedamos las combatimos desde dentro del laberinto y habrá quienes nieguen lo que digo con términos razonables y científicos (que soplan las gunas a sus oídos) mientras que junto a mis compañeros albañiles bien quizás sigamos bajo su imperio, construyendo edificios con forma de nichos, casinos grandes como crisálidas, supermercados con las formas de la ilusión. Mientras que nuestra revolución seguirá creciendo invisible en las profundidades.